Sencillamente genial.
http://www.youtube.com/watch?v=J0YTME0iSvw
jueves, 6 de enero de 2011
martes, 4 de enero de 2011
Ejército ruso, de Manos de Topo
Resbalarte en la bañera
prometiste dejarlo para el final.
Perdiste pronto los papeles
y el alcalde está al corriente.
Seis de cada diez dentistas
recomiendan que lo pienses.
En tu maquina del tiempo
siempre viajas adelante.
No recibo tus postales,
¿tienes algo que ocultarme?
Siempre quieres estar en otra parte,
se nos está haciendo tarde
y esto frío no vale nada.
Tira las llaves por la ventana.
esconde broncas y granadas,
alguien degolló al cerrajero.
No está bien,
necesitar dos vidas más
para poder olvidar
todo lo que he hecho mal,
no es normal.
No culpes al metabolismo,
ya no queda espacio para reciclar.
¿Quién teme al ejercito ruso?
En los bailes de fin de curso,
siempre bailabas con calvos.
Dejas que pase la resaca solo,
el cable negro o el rojo,
terrorismo de domingo.
Barcelona, tan bonita,
y esto acabará en tragedia.
Manos de Topo. El primer era mejor. 2009.
prometiste dejarlo para el final.
Perdiste pronto los papeles
y el alcalde está al corriente.
Seis de cada diez dentistas
recomiendan que lo pienses.
En tu maquina del tiempo
siempre viajas adelante.
No recibo tus postales,
¿tienes algo que ocultarme?
Siempre quieres estar en otra parte,
se nos está haciendo tarde
y esto frío no vale nada.
Tira las llaves por la ventana.
esconde broncas y granadas,
alguien degolló al cerrajero.
No está bien,
necesitar dos vidas más
para poder olvidar
todo lo que he hecho mal,
no es normal.
No culpes al metabolismo,
ya no queda espacio para reciclar.
¿Quién teme al ejercito ruso?
En los bailes de fin de curso,
siempre bailabas con calvos.
Dejas que pase la resaca solo,
el cable negro o el rojo,
terrorismo de domingo.
Barcelona, tan bonita,
y esto acabará en tragedia.
Manos de Topo. El primer era mejor. 2009.
lunes, 3 de enero de 2011
Contra Jaime Gil de Biedma, de Gil de Biedma
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colemena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
Jaime Gil de Biedma, Poemas póstumos, 1968
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colemena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
Jaime Gil de Biedma, Poemas póstumos, 1968
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