Los poetas ya no van a París Para José Peguero ¿Qué hace, París, con los poetas salidos de las colonias proletarias? ¿Acaso convierte el odio en el vino viejo de la aristocracia o crece el dolor en los zapatos, en los bolsillos del pantalón? ¿Aprenden, los poetas, el mercibocu o trabajan de extras en películas de ciencia ficción? ¿Una hembra les toma fotos en las afueras del mercado? ¿Miran a Vallejo caminando por el boulevard Raspail con su pan al hombro y sus tristes ojos de burro? Y aquí, mano, es la casa donde Rimbaud y Verlaine eran dos sillones fosforescentes. Los poetas ya no van a París. Andan de hospital en cantina, de calle en fábrica, de dancing en ofincina, de amigo en hembra, buscando el Lunes Padre, Reanudan el día de conejo, * la noche de elefante en descanso. Abordan autobuses de todavía anoche y no hay tiempo para maldecir el hueso, el hijo, la hija -¿quién necesita zapatos, azteca boy? No hay tiempo para los juegos florales y aquellos sueños ...
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