Los poetas ya no van a París
Para José Peguero
¿Qué hace, París, con los poetas
salidos de las colonias
proletarias?
¿Acaso convierte el odio
en el vino viejo
de la aristocracia
o crece el dolor
en los zapatos,
en los bolsillos del pantalón?
¿Aprenden, los poetas, el mercibocu
o trabajan de extras en películas
de ciencia ficción?
¿Una hembra les toma fotos
en las afueras del mercado?
¿Miran a Vallejo
caminando por el boulevard Raspail
con su pan al hombro
y sus tristes ojos de burro?
Y aquí, mano, es la casa
donde Rimbaud y Verlaine
eran dos sillones fosforescentes.
Los poetas ya no van a París.
Andan de hospital en cantina,
de calle en fábrica,
de dancing en ofincina,
de amigo en hembra,
buscando el Lunes Padre,
Reanudan el día de conejo, *
la noche de elefante en descanso.
Abordan autobuses
de todavía anoche
y no hay tiempo para maldecir el hueso,
el hijo, la hija
-¿quién necesita zapatos, azteca boy?
No hay tiempo para los juegos florales
y aquellos sueños de rimbausitos
a los veinte años,
y mujeres que han dicho hasta el nombre.
Los poetas ya no van a París.
Andan en el sur
donde la guerra continúa.
Andan en el norte
donde ha empezado la peste.
*Versos de Vallejo
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La lluvia y sus muertos
Las cartas llegan del sur mojadas por la muerte.
Las cartas llegan en sobres arrugados,
quizás por el vapor,
y la incertidumbre de los días
que separan al mundo
del llamado free world.
Las cartas llegan con palabras
que son golpes en la nuca:
"murió la tía María esta mañana"
"estaba bien"
"acababa de almorzar"
"se levantó de la mesa a darle de comer
a los pájaros y sintió que temblaba"
"la encontramos en el suelo"
"no sabíamos a quién llamar"
"tú sabes, el dinero"
"la ambulancia llegó en 20 minutos"
"dijeron que mejor ya no se la llevaban
para evitar la autopsia
y trámites burocráticos"
"luego hablamos a un doctor porque no creíamos
que estuviera muerta"
"platicamos con ella"
"le cambiamos la ropa"
"ella miraba a los pájaros, preocupada"
Llueve lentamente sobre la ciudad de México.
El tío Andrés se sentaba en el balcón,
sin ningún otro lenguaje que la memoria.
En sus ojos uno podría ver al culpable.
Sus ojos café, todavía con la limpieza
de los hombres que crecen en el campo.
Llueve lentamente sobre la ciudad de Mexico.
Hay aguacero en los barrios de Guatemala.
Relámpagos con un olor a pútrido caen más al sur.
Una tormenta sube 45 grados al norte del Ecuador.
Todo esto me escriben mis hermanas
al país más poderoso de la tierra,
al país más poderoso de la tierra,
al país más poderoso de la tierra,
al país más poderoso de la tierra,
al país más poderoso de la tierra.
Productor de lloviznas, lluvia y tormentas.
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Case in point
En un congreso
de feministas mexicanas
y chicanas en la ciudad de Oaxaca,
Cherrie Moraga, autora de
Loving in the war years:
lo que nunca pasó por tus labios
y The last generation,
confesó a sus colegas:
"Si mis abuelos no se hubieran
ido de México hace
cincuenta años,
yo sería ahora una de sus
sirvientas".
Hubo silencio,
miradas furtivas,
arrepentimiento momentáneo
por haberla invitado,
breves conversaciones
sobre otros temas
prácticos y
más o menos relacionados
con la reunión,
pero por los siguientes días
el verdadero diálogo
seguiría ahora
por dentro.
Rubén Medina. Los perdidos. Editorial Ultramarina C&D. 2021.
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