martes, 3 de octubre de 2023

BLUES CASTELLANO (algunos poemas) - ANTONIO GAMONEDA


 

DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño. 

Entraba en el trabajo.
                                    La oficina
olía mal y daba pena.
                                    Luego,
llegaban las mujeres.
                                    Se ponían
a fregar en silencio.


Veinte años.
                He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:


Tierra incansable,
                            firma
la paz que sabes.
                            Danos
nuestra existencia a
                            nosotros
                            mismos.

- - -

 

MALOS RECUERDOS

La vergüenza es un sentimiento revolucionario.     

Karl Marx

 

Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.

Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña. 

Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y hierros. (Era
así. Era así.
                    Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).

Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba. 

 

Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta del soldado. 

Le escribía su madre. No recuerdo: 
"¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero...".

Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
"Tu madre que te quiere."
                                No recuerdo 
el nombre de la madre del soldado. 

Aquella carta no llegó a su destino: 
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre. 

 

Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado. 

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SABOR A LEGUMBRES

Las legumbres hervidas, golpeadas
a fuego en las cazuelas, espesaron
una parte del agua, retuvieron
otra parte consigo.

Después que estáis sentados a la mesa
los míos de la sangre -cinco- pienso
que es posible que coman en el mundo
muchas gentes, hoy, esto. 

Ahora que tenemos sobre la lengua misma pasta de la tierra,
puedo olvidar mi corazón y resistir las cucharas.

Yo siento
en el silencio machacado
algo maravilloso:
cinco seres humanos
comprender la vida a través del mismo sabor. 

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COMUNICACIÓN DE MALES

Mi hija tuvo miedo de mí, y yo que era
el que la amenazaba y ofendía,
sentí el miedo existir. 

Debo decirles que yo era injusto:
mi pequeña, mi amor, el ser humano
que se sube a mis brazos y ríe sobre mi corazón,
no había hecho ninguna cosa mala. 

No ha sido a causa de mi amor
por lo que sentí el miedo de mi hija,
sino porque aquel miedo estaba en mí
como la luz o el movimiento de la tierra. 

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BLUES PARA CRISTIANOS

Antes algunos hombres se sentaban a fumar
y a mirar la tierra despacio.
Antes muchos hombres se sentaban a fumar
y poco a poco comprendían la tierra.
Ahora no se puede fumar cuando viene la noche.
Ahora ya no queda tabaco ni esperanza. 

Ya han debido pasar el cielo y la tierra
y todas las casas están vacías.
Han debido de pasar el cielo y la tierra
porque todas las casas están vacías.
La madre ya no quiere volver a sus cazuelas.
Aquí toda la gente está muy triste.

Ahora vendrá Dios con su madero.
Dicen que viene Jesucristo con su madero.
Bien, que venga con su madero.

Cuando venga Jesucristo con su madero,
vamos a verle la chaqueta vieja.
Cuando venga Jesucristo a vivir con nosotros,
habrá que verle el corazón cansado. 

Aquí ya no hay otra majestad que el dolor.
Sí, buen amigo, ya no hay más en la tierra.


Blues castellano. Antonio Gamoneda. Esta Luz. Poesía reunida (1947-2004). Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores.

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