V
IMAGEN ESPAÑOLA
DE LA MUERTE
Ahí pasa! ¡Llamadla! ¡Es su costado!
Ahí pasa la muerte por Irún;
sus pasos de acordeón, su palabrota,
su metro del tejido que te dije,
su gramo de aquel peso que he callado... si son ellos!
¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome en los rifles,
como que sabe bien dónde le venzo,
cual es mi maña grande, mis leyes especiosas, mis códigos terribles.
¡Llamadla! Ella camina exactamente como un hombre, entre las fieras,
se apoya de aquel brazo que se enlaza a nuestro pies
cuando dormimos en los parapetos
y se para a las puertas elásticas del sueño.
¡Gritó! ¡Gritó! ¡Gritó su grito nato, sensorial!
Gritara de vergüenza, de ver cómo ha caído entre las plantas,
de ver cómo se aleja de las bestias,
de oir cómo decimos: ¡Es la muerte!
¡De herir nuestros más grandes intereses!
(Porque elabora su hígado la gota que te dije, camarada;
porque se come el alma del vecino.)
¡Llamadla, Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente que tú
que tú sabes
y que haga como que hace que me ignora.
¡Llamadla! No es un ser, muerte violenta,
sino, apenas, lacónico suceso,
más bien su modo tira, cuando ataca,
tira a tumulto simple, sin órbitas ni cánticos de dicha;
más bien tira su tiempo audaz, a céntimo impreciso
y sus sordos quilates, a déspotas aplausos.
Llamadla, que en llamándola con saña, con figuras,
se la ayuda a arrastrar sus tres rodillas,
como, a veces,
a veces duelen, punzan fracciones enigmáticas, globales,
como, a veces, me palpo y no me siento.
¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome,
con su coñac, su pómulo moral,
sus pasos de acordeón, su palabrota.
¡Llamadla! No hay que perder el hilo en que la lloro.
De su olor para arriba, ¡ay de mi polvo, camarada!
De su pus par arriba, ¡ay de mi férula, teniente!
De su imán para abajo, ¡ay de mi tumba!
César Vallejo. España, aparta de mí este cáliz. 1939. (Árdora Ediciones, 2012).
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