De niño
Fui favorecido con el don de amar.
Pero desde la infancia
la gente
es domesticada por el trabajo.
Yo
me largaba a la orilla del Rioni
y vagabundeaba
despreocupadamente.
Mamá se enfadaba:
"¡Este bribón!"
Papá blandía como un látigo su cinturón.
Y yo,
con tres falsos rublos en el bolsillo,
iba con la soldadesca a jugar a las cartas.
Sin el peso de las botas,
sin el peso de camisas,
bronceado en el horno de Kutaisi,
volvía al sol la espalda
o la panza
hasta quedar saturado.
El sol se asombraba:
"No es más alto
que un enanito
y sin embargo tiene
un corazón de adulto.
Pone mucho corazón
en todo lo que hace.
¿Cómo es posible
que quepamos
en él
-en un metro-
yo,
el río
y todas esas rocas?".
Vladimir Maiakovski. Amo. 1922.
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